Sunday, July 26, 2009

Los Run Runes

Fotografía: Google Images

La temporada de los Run-Runes llega como de costumbre, con mucha llluvia. Por las noches después de llover, un runruneo grave sinfoniza sin descanso en el jardín. Muchos Run-Runes rayan el espacio insansablemente. Buscan hembras empinadas entre el pasto, que emenan olores capaces de enloquecer al macho más sensato.

La metamorfosis llega a su fin. Los tiempos de huevo larva quedan atrás. Machos y hembras acuden al llamado sexual. Llegó el momento de fecundarse, aunque después sus cuerpecitos pasan a formar parte del abono biológico que reclama implacablemente la naturaleza.

Un latigazo de hormonas femeninas sacude violentamente la virilidad de Run-Run. Sus docientos ochenta miligramos de peso vibran como cuerda de guitarra, bate poderosamente las alas y rastrea el oloroso orificio vaginal.

Run-Run no es el único que vibra ante el pegasoso aroma. Otros Run-Runes también rastrean la misma hembra. Saben que el más ápto la copulará. Así es la ley.

La nube de coleóptedos se acerca rápidamente al virginal orificio que emana las enloquecedoras hormonas. Run-Run está cerca. Sin embargo las hormonas masculinas se mezclan densamente con las femeninas enrareciendo el ratro más y más. Run-Run runrunea enardecido tratando de ubicar el orificio con exactitud. El olfato no es suficiente, la vista es la solución.

Varios Run-Runes además de Run-Run caen de golpe sobre una hembra que resiste firmemente los toscos embates. Embarrados de aroma femenino por el contacto mutuo, se ciegan sexualmente e intentan copularse unos con otros. El olfato y la vista resultan insuficientes para ubicar el ansiado orificio. Presurosos, recurren a sus antenas.

Una y otra vez. Run-Run desplaza con fuerza a sus oponentes y palpa temblorosamente el vientre fertil de la hembra, pero se lo impiden los otros Run-Runes. Todos luchan por el mismo derecho: perpetuar la especie.

Inesperadamente, un cuerpecito raya el espacio y cae sobre el orificio vaginal, lo palpa y penetra con facilidad ante la ciega confusión de los demás. La hembra se entierra en el pasto llevando en su vientre el secreto de los tiempos de huevo y larva. Run-Run muere patas arriba mirando el cielo oscuro.

El pasto del jardín se cubre de cuerpecitos cafés todas las noches y los pájaros se los comen alegremente por la mañana. Las lluvias se van, pero los futuros Run-Runes se quedan en el jardín, aprendiendo en silencio las notas graves de la vieja sinfonía runruneana.


Tomado hace años de un periódico mural del CINVESTAV impulsado por
Adela Rendon y Ignacio Tlatelpa


- Jus

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