Friday, October 21, 2011

Sexo Oral II




El segundo PodCast de nuestra amiga Fela, sobre el sexo Oral

Para escucharlo de click aquí.

Sunday, October 16, 2011

Miel

Fotografía: Canis Lupus Baileyi


Caminaba muy pensativa con una bolsa de plástico en la mano, se detuvo a mirar un letrero en la esquina: “Callejón del Diablo”, era el nombre de la calle; siempre le había parecido una extraña coincidencia que la persona que visitaba viviera en una calle denominada así. Transitó por la acera hasta llegar a una puerta de madera muy gruesa con una aldaba antigua de león, miró detenidamente alrededor, observó la cámara y encontró justo a un costado el interfón; después de pulsar el timbre escuchó la voz de una mujer joven que le preguntó muy seriamente: “¿A quién buscas?”.

Se abrió la puerta, entró empujando un poco y luego siguió el camino de piedra que se abría a un costado de la casa, el camino la llevó a unas escaleras que finalizaban en un jardín tan grande que parecía barranco; el clima era cada vez más fresco y con árboles muy altos, bajó hasta llegar a un tapanco con muchas hojas de palma. Salió una joven mozuela a recibirla y le solicitó sentarse en una silla en lo que esperaba su turno.

Por fin mencionaron su nombre y le indicaron descender nuevamente unos escalones mucho más angostos, internándola entre la vegetación del jardín. Llegó a una choza la cual presumía una tela colgante haciendo las veces de puerta, abrió la cortina y vio a un hombre sentado en un banco casi al ras del suelo, vestía un pantalón holgado y una camisa muy suelta, lucía un gorro africano y su cuello destacaba invadido de collares de cuentas de colores. A un costado de él se encontraban unas calderas con estacas, palos, palmas, machetes; muñecos muy extraños; piedras en forma de caras con ojos y boca simulados con conchas; manojos de papel con plumas, una cabeza de gallo, sangre y ron. El olor que envolvía la atmósfera de ese lugar era penetrante, entre agradable por la combinación del humo del puro pero al mismo tiempo intimidante.

-Siéntate, mi cielo –dijo el hombre- Quiero que me apuntes tu nombre completo y tu fecha de nacimiento, tal como aparece en tu acta. Te vas a quedar descalza y te pones aquí.
-Traigo todas las cosas que me dijiste. –dijo la joven mientras ponía la bolsa de plástico sobre el suelo.
-Muy bien, mi niña. Entonces, vamos viendo qué te marca.

Aquel hombre tomó los chamalongos con una mano y los aventó hacia arriba dejándolos caer libremente sobre la piel de venado que había en el suelo; le pidió a la chica que cerrara los ojos y se movió alrededor de ella hablando en lengua yoruba. Le tocó ambas manos, la cabeza y los pies con las corazas de coco, la acarició ligeramente por la espalda haciéndola sentir un ligero escalofrío. Un vaho envolvió su cuerpo provocando un extraño cosquilleo, su mente se dividía entre el asombro y el proceso de racionalizar todo lo que sucedía en su exterior, quería abrir los ojos pero no podía, como si una fuerza los mantuviera cerrados. El olor a ron, sangre y puro le generaba excitación; las imágenes de aquellas ollas con clavos enormes y piedras sangradas seguían circulando por su cabeza. Se escuchaba el azote de las cáscaras de coco una y otra vez, y palabras extrañas que no podía comprender: “Sa mansa, Elleife, san tembo, Alafia”.

-Mi niña, necesitamos otro tipo de trabajo para lo que tú quieres.
-¿Necesitas que traiga más cosas?
-Sí, y necesito algo muy particularmente tuyo. Algo muy íntimo, vamos a trabajar con Oshún.
-¡Mmmh!, Íntimo… ¿Calzones? –preguntó dudosa.
-Sí, ¿Puedes comprar unos de color púrpura?
-Tengo unas tangas.
-Excelente. Pero no sólo son los calzoncitos, necesito también de tus fluidos.
-¡Oh! ¿Tengo que guardar mis fluidos en algún recipiente?
-Pero tiene que ser al instante.
-¿Y eso qué significa?... ¿Me vas a coger? –preguntó sorprendida.
-No me refiero exactamente a eso.
-Es que no entiendo, explícame despacio. Tengo que traerte unos calzones púrpuras con mi esencia, aparte necesitas mis fluidos recién salidos producto de la excitación. Sólo que el problema es, que no me gustan los hombres ni las vergas.
-No tengo que ser yo, puede ser una mujer que te excite y guarde todo lo que salga de tu vagina.
-Bueno, si es una mujer no tengo problema, pero si eres tú, sí.
-Relájate, yo sólo haré la ceremonia. Entonces, tú dime cuándo puedes, porque tiene que ser de preferencia en la noche. Mi novia será la que me ayude, para que te sientas con más confianza.
-Este fin de semana puedo.
-Perfecto.
-¿Qué tengo que llevar?
-Yo llevo todo. –Dijo él con una sonrisa torcida.
-Me das miedo. –Contestó ella con expresión pícara.
-Verás que te irá muy bien.

Mientras esperaba sentada en la terraza a que pasaran a buscarla, dudó en lo que el señor Brujo le había dicho, la paranoia se apoderó de su mente y dando rienda suelta a la imaginación supuso que todo era una farsa para cogérsela entre varias personas. Se levantó y fue al baño a mirarse, se veía linda con su falda, sus calzones púrpuras debajo y una blusa de botones. Se polveó nuevamente la cara y se untó una capa más de brillo sobre los labios. Se escuchó a lo lejos el timbre del celular, suspiró y salió del baño para tomar su bolso e irse.

Un Volvo negro la aguardaba estacionado a la entrada de su casa, se encontraba una mujer rubia de copiloto volteando hacia la puerta; el Brujo parecía transformado totalmente, portaba una camisa negra, el cabello suelto y unos lentes oscuros. La puerta cerró y el auto arrancó. Cenaron en un restaurante y bebieron dos botellas de vino tinto, al terminar se dirigieron a una casa con muy pocos muebles en donde era evidente que nadie vivía. Subieron las escaleras; una de las habitaciones lucía amueblada, tenía un tocador con un espejo enorme, una cama king size, y un baño con ducha y tina. El Brujo prendió la luz y comenzó a colocar todos los insumos sobre el tocador, prendiendo las velas una por una y colocando una serie de objetos.

La mujer rubia no ocultaba su nerviosismo a pesar de experimentar los efectos del vino tinto, se sentó en una orilla de la cama a mirar lo que hacía su pareja mientras la otra chica se aventó por completo boca abajo intentando mentalizarse en que debía dejar las cosas fluir; su falda había quedado ligeramente levantada dejando entrever sus largas piernas. Una vez que terminó de acomodar todo, el Brujo volteó hacia las dos mujeres y les sugirió que se relajaran un poco más: “Si quieren fumar marihuana para relajarse, no hay problema”.

Fumaron las dos del porro, la rubia le sonrió a la otra chica, y ésta en respuesta aspiró hasta llenar completamente sus pulmones, tomó a la rubia del cuello para besarla e introducirle todo el humo de la marihuana. Comenzaron a besarse lentamente, el Brujo dio inicio a su lengua desconocida mientras la chica en cuestión desvestía a la mujer rubia apasionadamente hasta desnudarla por completo; la acomodó en la orilla de la cama, le separó las piernas y comenzó a lamer suavemente su vagina. La rubia tomaba con sus manos el cabello de aquella mujer que le parecía demasiado joven como para estarle haciendo un oral tan intenso. Lentamente la pasión entre ambas brotaba, haciendo que la mujer desnudara a la jovencita, dejándola únicamente con sus calzones púrpuras: “Chúpale todo y déjala bien mojada” –dijo el Brujo con expresión seria pero evidenciando lujuria.

El objetivo se cumplió, la joven empezó a excitarse demasiado; entretanto la rubia tomó el control de la situación, con una mano acariciaba su cabello mientras le decía cosas dulces al oído, y con la otra comenzó a masturbarla para que lubricara totalmente. El calzón iba cambiando a un color más oscuro, la humedad era cada vez más intensa. De pronto, la chica tomó a la rubia de una mano y la jaló hacia ella pidiéndole que se montara en su vientre. La mujer rubia se movía circularmente entre la pelvis de la joven, tocándose las tetas y lamiendo sus labios y el filo de sus dientes, se levantó un poco y rozó con sus dedos medios la comisura de las ingles, dejando un espacio para que la jovencita pudiera masturbarse.

Sintió su primer orgasmo pero ella seguía caliente, se abalanzó sobre aquella mujer tan estilizada, de largo cabello rubio y tan lacio como hilo; olfateó cada rincón de su cuerpo, llegando al cuello le dijo: “quiero cogerte, ¿tú quieres?”. Recorrió sus manos por todo el vientre hasta llegar a la pelvis frotando suavemente el clítoris humedecido, la rubia se asió de su cuerpo y la giró quedando ella boca arriba ubicándose estratégicamente justo frente al espejo del tocador. Chupó los pezones de la jovencita al mismo tiempo que sus ojos miraban obscenamente a su hombre sentado mirando muy atentamente cada uno de sus movimientos; ella le sonrió retorcidamente mientras bajaba lentamente por el abdomen de la chica hasta llegar a su vagina.

El Brujo cruzó la pierna y tomó la caja de cerillas del tocador para encender su puro, contempló aquella danza fémina entre su mujer y la joven. Todo el escenario en conjunto era intenso; los gemidos y el morbo de ver a su novia excitada por una mujer, además de esa chica que cogía con una soltura tan desinhibida a pesar de saberse observada, le hicieron sentir cómo su miembro se hinchaba mientras su novia se había vuelto completamente loca al experimentar la pasión y el deseo de comerse una vagina. Fue abriendo su bragueta y lentamente sacó su enorme miembro, frotó pausadamente la cabeza mientras veía un par de nalgas subir y bajar cuando las dos mujeres se hacían un mutuo oral en posición 69. Restregó frenéticamente su pene hasta ponerlo regio como un fuste, se paró justo a un lado de ellas viéndolas detenidamente. Las mujeres seguían tocándose y metiéndose dedos por todos los orificios posibles, se evidenciaba una conexión muy fuerte, una euforia incontenible, deseaban seguir friccionando sus cuerpos hasta que la joven decidió montarse sobre la rubia y frotarse encima de ella logrando soltar aquellos líquidos torrenciales entre sus senos mientras miraba fijamente al Brujo masturbarse frente a ellas.

La joven chica experimentó una extraña sensación en su cuerpo, se dejó caer hacia atrás quedado inmóvil y agotada, sus bragas le fueron retiradas por el Brujo quien las colocó en un recipiente con varias sustancias y objetos; después él se recostó a un lado de la jovencita con un bote de miel y acomodó su oscuro cabello de lado mientras murmuraba en tono muy bajo algunas palabras en su lengua santera, metió un par de dedos en la miel y comenzó a embarrar el cuerpo de la chica y esparcirla por sus senos, el cuello, el abdomen, la pelvis, las piernas: “Llénate toda, cubre todo tu cuerpo hasta los dedos de los pies”.

La cargó hasta la tina del baño, decorado con velas e inciensos, la chica esparció la miel por todo su cuerpo repitiendo las palabras que le dijo el Brujo. La miel goteaba en la bañera, sus dedos resbalaban por su piel provocándole una sensación deliciosa. El Brujo le acercó el recipiente que contenía sus bragas junto con flores y piedras, la jovencita exprimió toda la miel vertida de su cuerpo sobre el recipiente hasta llenarlo: “Mejor no pudo haber sido”, exclamó el hombre tocando la barbilla de la joven. El Brujo salió por la puerta dejándola sola, ella miró detenidamente su alrededor, la luz de las velas provocaban un estado de relajación, llenó la tina mientras se soltaba el cabello y acercaba una toalla, escuchó gemidos en el cuarto, se sambutió en el agua y se quedó un rato escuchando al Brujo y su novia coger intensamente. Se lavó el cuerpo y el cabello, se acomodó en la tina, cerró los ojos y sonrió. Ella sabía que a partir de esa noche, había dado un giro radical a su vida. Secó su cuerpo y el cabello con la toalla, después la envolvió en su cadera, metió sus dedos en la miel que había en el frasco para olfatearla y saborearla, sacudió su cabellera, giró la manija de la puerta y salió a integrarse nuevamente con sus acompañantes.

-rp

Wednesday, August 3, 2011

Roce Divino

He aquí a una diosa postrada ante su altar,
Ha adquirido la forma de la carne,
Hoy está suplicante por el roce de otra piel

Abre su compás con la suavidad de la brisa,
Nocturna recorre sus cordilleras y sus andes,
Vierte sobre su mano humedad etérea

La mar de su cuerpo se ha manifestado,
Voluptuosa conmina a su espectador ausente,
A perderse entre su magma y su savia

Grito gozoso que rompe el silencio,
Convulsiones exóticas prisioneras del deseo,
Respiración interrumpida que lleva a la agonía

¡Tantas veces claman manos mortales tocarla,
tantas veces desdeña la diosa sus ruegos,
Postrada ante su altar está la diosa ahora!
-Piaf

Monday, January 10, 2011

Tacto

Perla llegó ese día temprano, tenía apenas dos meses de estarme ayudando con el aseo de mi casa. Cuando abrió la puerta yo no acababa de levantarme, así que con un poco de pena saludó y se disculpó al verme aun acostado. Le dije que no se preocupara que era buena hora, pero que dado que no tenía trabajo ese día, había decidido estar más tiempo en la cama. Ella se apresuró a hacer el aseo, su primera actividad era poner la ropa en la lavadora para que mientras ésta trabajaba ella realizara en paralelo el resto de las actividades. Al recoger la ropa se acercó a la cama pues al lado en el suelo estaban mis calzoncillos. Me preguntó si quería que también los metiera a la lavadora a lo que respondí afirmativamente. Yo estaba completamente desnudo debajo de una sabana pues en esa época de calor, era lo único soportable. Cuando ella regresó de poner toda la ropa en la lavadora, le pedí que se sentara a un lado de la cama, a lo que ella accedió un poco temerosa. Le dije que le haría una prueba de sensibilidad. Le pedí que cerrara los ojos y que me prestara su mano. Le anuncie que pasaría su mano por varias texturas y que ella me diría que era lo que estaba tocando. Lleve su mano a mi pelo, a mi nariz, a una oreja, a mi mentón, a mi pecho y ella respondía de manera correcta. Comenzó a extremecerse cuando llevé su mano a mi vientre y a mi ombligo, quizás sabía que era, pero el nerviosismo no la dejo hacerlo. Entonces, coloque su mano arriba de mi falo cubierto por la sabana, y ella lo presionó solo un poco para detectar de que se trataba, exclamando: ohh, pero no atinó a decir más. Comenzaba a excitarse, notaba su respiración entrecortada y la erección de sus pezones se adivinaba bajo su blusa. Entonces rápidamente quité su mano de ahí y la volví a llevar a lugares menos atrevidos. Mientras hacía esto, me quite la sabana dejando mi falo al descubierto, y entonces volví a llevar a su mano para que me lo tocara. Al primer contacto ella se retiró instintivamente, pero evite que se alejara y le ayude a recorrer la extensión de mi erección, hasta dejar que ella sola lo hiciera, entonces comenzó a exclamar sonidos que parecían querer describir con placer lo que tocaba. Ella no pudo más y abrió sus ojos para descubrir como su mano acariciaba mi falo erecto. Me vió a los ojos con una mirada de pena, culpa y placer, pero logré notar en su rostro rojo, mucha excitación. Me da pena exclamó, ¿Porqué me hace esto?, ¿Qué va a pensar ud de mi? y trató de retirarse, pero le dije que no había de que apenarse, que si le gustaba que lo siguiera haciendo. Ella ya sin control exclamó, si me gusta y me gusta demasiado, y comenzó a lamerlo con su lengua y a introducirlo en su boca…

Canis Lupus Baileyi