Monday, July 15, 2013

No desearás la mujer de tu prójimo

Miedo y excitación me invadió cuando sentí el terciopelo de su entrepierna. Estábamos sentados los tres en el comedor, Maricela, Juan (su esposo) y yo. Habíamos llegado ahí después de buscar opciones para seguir tomando pero todo estaba cerrado. Juan me invitó a su casa argumentando la admiración que me tenía su esposa y el privilegio de tenerme entre ellos. LLegamos a la casa y la conversación inició en como Juan y Maricela se habían conocido, para darle más realismo a la conversación Juan decidió poner música de la época en que fueron novios. Maricela no permanecía mucho tiempo sentada, iba y venía de un lado para otro sin saber que hacer, por fin decidió sacar el Album de bodas y de pie detrás de mí me mostraba las fotos, casi abrasándome, yo intentaba alejarme, Juan le pedía que no fuera tan efusiva pues me estaba incomodando. Se terminó la bebida y Juan decidió ir a comprar más. Una vez que salió de la casa Maricela extendió su vestido y se sentó sobre mi, tomó mis manos y me condujo a que la acariciara debajo del atuendo, me deje llevar y sentí su tersa piel pintada por el sol de la costa. Acercó sus pechos a mi boca y sentí su rugoso pezón bajo la tela. Comencé a sentir un hormigueo en mi bajo vientre, mientras escuchaba sonidos de su boca aprobando mis caricias ya francas. Entonces escuchamos a Juan abriendo la puerta, ella se levantó de sobresalto y corrió hacía el estéreo fingiendo la elección de la siguiente melodía. Juan llegó y pareció no percatarse de nada, nos volvimos a acomodar alrededor de la mesa mientras Juan nos servía las bebidas. Comenzó otra vez la conversación y transcurridos unos cuantos minutos Maricela me tomó la mano bajo la mesa y me dio un paseo por la suavidad de sus muslos, fue un recorrido lento que terminó en su entrepierna, sentí miedo y excitación como antes lo comenté. Voltee a ver si Juan sospechaba lo que estaba pasando, pero no había señales de eso, Juan seguía conversando como si nada. Pasamos veinte minutos en esa mesa donde yo drogado bajo el efecto de la adrenalina y el deseo hacía caricias furtivas a Maricela. Hasta que no pude más, sentí que en cualquier momento sería evidente para Juan lo que estaba pasando y anuncié mi retirada, pero Juan la objetó diciendo que no entraban taxis a esa hora a la colonia que lo mejor sería esperar a que amaneciera, por lo que me ofrecía el sofá de la sala pera que ahí descansara cuando lo creyera necesario. Seguimos tomando, pero yo contra todas mis ganas, decidí dejar de acariciar a Maricela, al poco tiempo Juan se fue al baño, mientras tanto las miradas y gestos entre Maricela y yo estaban llenos de complicidad, Juan no regresaba, Maricela fue a ver que había pasado, y cuando regresa me informa que Juan se quedó dormido. Un baño de adrenalina vuelve a bañar mi cuerpo, Maricela me dice que ira a confirmar que Juan esta profundamente dormido, mientras tanto yo me dirijo al baño de la sala. Y cuando salgo veo a Maricela caminar hacía mi desnudándose en el trayecto, cerca de mí ya totalmente desnuda me dio un beso, me tomó de la mano y nos dejamos abrazar por la noche hasta el amanecer. Entonces cuando apenas estaba conciliando el sueño sentí que me estrujaban, volteé y ví la cara de Maricela que angustiada me decía “vete, vete, Juan esta furioso vete!...” como pude tome mi ropa y corrí hacía la calle vistiéndome en el camino, la suerte me puso un taxi y lo subí aun abrochándome la camisa, le pedí al chofer me llevará a la estación de autobuses y en menos de una hora iba en la carretera sin rumbo, mientras mi mente me repetía “No desearás la mujer de tu prójimo”.

-Canis Lupus Baileyi

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